Me sitúo ya a mitad de octubre. Atrás queda el estrés de celebrar un cumpleaños importante y creo que este año lo he pasado con bastante dignidad en todos mis esfuerzos por convertirlo en un día especial. En fin, cosas y demonios internos que me han visitado en más de una ocasión.
Se acerca el Samhaín y el Halloween, dos celebraciones parejas que quiero introducir en mis tradiciones familiares. En mi familia nunca se han celebrado y a mí me gustaría que mi hija lo integrara. La verdad es que es una fiesta muy interesante y muy reflexiva que creo que merece la pena integrar y transitar. Estamos hablando de abrazar la llegada de la época fría del año, de las noches cada vez más largas y de mirar hacia dentro para encontrar la manera de salir fortalecidos.
Desde siempre he sido un niño muy peculiar con un gusto por lo tétrico muy marcado. Eso nunca lo perdí y la verdad es que veo en Halloween la manera de poder dar tributo a todo aquello que fui y con lo que disfruté cuando era niño. Al final yo creo que es importante ver la muerte como algo natural, que está por todas partes, y que nada que esté vivo escapa a ello. Pero incluso podríamos ir a la muerte como concepto de impermanencia y entonces nos referiríamos a que incluso las cosas que no tienen “vida” también están destinadas a desaparecer. Porque hasta las montañas van a “morir” aunque sea en lapsos temporales que se escapan a nuestra comprensión y escala humana como pueden ser cientos de miles o millones de años.
Comeremos castañas asadas, haremos «panellets» y quizá pruebo a hacer por primera vez las galletas de alma. Encenderemos velas y reflexionaremos sobre la vida.
Os animo a documentaros sobre el Samain y sobre Halloween y aprovechar este momento del año para parar y reflexionar sobre como un año termina y otro comienza.
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