Como el que no quiere la cosa ya he hemos pasado de largo el ecuador de noviembre. Esta semana terminamos el mes y ya nos adentramos en el último mes del año y, con él, en el invierno.
Como sabéis mi hijo nació a mediados del mes pasado y yo estoy disfrutando del permiso de paternidad de 17 semanas. Eso me permite cuidar de mi él y de mi familia, pero también tener espacio para adaptarme a la gran removida que está suponiendo su llegada. Es mi segundo hijo y a pesar de que siento que abordo la nueva paternidad con seguridad y garantías por la experiencia adquirida después de más de cuatro años, a pesar de ello mi situación es totalmente nueva. Ha resultado mucho más duro de lo que esperaba, pero sobre todo por tener que seguir cuidado de la mayor, aún durmiendo tan mal. Siento que el cansancio se acumula, así como el desorden y la suciedad en casa. La que antes era la peque ahora es la mayor y también está sufriendo la adaptación a la nueva realidad y al duelo de muchas cosas que ya no podrá tener en exclusiva. A pesar de ello vamos haciendo, vamos avanzando y poco a poco parece que vamos teniendo más seguridad y más estabilidad. Al final haces concesiones, te pones la vida más fácil aunque eso suponga tener que hacer cosas que antes no hubieras hecho (como poner la tele por la tarde). Tienes mucho más presente que nunca el “elije tus batallas” ya que no quieres dedicar esfuerzos y paz mental a situaciones o conflictos que realmente no son vitales. Pero como digo, es un ajuste para toda la familia, también para mí. Me encuentro asumiendo más cosas que antes, diferentes, porque ahora sé que hay cosas que no puedo asumir. La primera vez que fui padre era algo que me trastornó mucho, pero esta vez eso lo tengo aprendido y aunque se hace duro en muchos momentos, lo abrazo y lo tomo como mi responsabilidad para con mi familia.
La paternidad no es fácil, nunca, si se vive desde la presencia y la responsabilidad. Siempre digo que no hay una fácil, que supone tanta renuncia y un cambio de vida tan grande respecto a lo que eras antes, que nadie se queda indiferente. Pues ahora vuelvo a ver que la bipaternidad es lo mismo, no es fácil, trae nuevos cambios, nuevas renuncias y más trastornos. Pero ampliar la familia también es ampliar el amor, descubres que todo tu amor no era todo el amor que podías dar ni experimentar. En mi caso, me doy cuenta de que miro menos hacia dentro y más hacia afuera. Me paro más veces en el día a contemplar y disfrutar de mi hija o de mi hijo, para atesorar esos momentos y hacerlos más conscientes. Sé que pasan rápido, sé que no vuelven. No quiero correr, no quiero querer que tengan cierta edad o hagan ciertas cosas. Hoy es hoy, hoy son quienes son. Los disfruto así, los quiero así, igual que ayer, igual que mañana.








